"Mirando a Shankley y recordando a Anthony Kane, Rebus volvió a sentir lo insípida que puede ser la monstruosidad. Ni el rostro ni la voz delataban nada; ninguno tenía cuernos y colmillos sanguinolentos, ni el menor indicio de maldad. El mal era casi... casi infantil, ingenuo, simplista. Un juego por el que te dejas llevar hasta que luego despiertas y te das cuenta de que no era ficción. Los verdaderos monstruos no eran grotescos, sino hombres y mujeres apacibles, gente con la que te cruzas por la calle sin percatarte de nada. Era una bendición no tener el don de leer en la mente de las personas. Habría sido un infierno". Ian Rankin. Black & Blue
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